Tomaré una silla y un cigarro esta noche, y me sentaré a fumar a la luz de las estrellas. Millones de brillos en los ojos iluminando el universo, no podría no enamorarme infinitas veces durante una sola noche. Mira, cada cuál distinta, llena de variadas bellezas.
Todas las noches las observo, y entre las más bellas forman una grandiosa figura. Es única para mí en el universo entero, y cada una de sus estrellas es un tesoro. Que ganas de ser un asteroide sideral y visitar sus caras oscuras, sus secretos perdidos.
Soy el constante conocedor de esta constelación, y admiro a cada punto luminoso que la conforma. Esta noche cantaré un bolero y quizás alguna baje sideralmente a bailar conmigo.
Pero hay un problema, y son tan celosas. Claro, no esperaría menos de una estrella. Se odian con fulgor, se lanzan rayos de luz y se vomitan celos. Chorros de asteroides vuelan de un lado a otro del firmamento, y nosotros los terrestres aprovechamos de pedir deseos.
¿No comprenden las estrellas? ¿Cómo no amar la constelación completa, si yo la elegí, si yo armé noche a noche sus figuras, moviendo sus cuerpos celeste y voluptuosos?
En mi planeta hay espacio para una, y sin embargo las quiero a todas.
Su falsa modestia es abominable, su fingida dignidad estelar. Es un sistema veleidoso.
En fin, el Principito me entiende. En cada estrella habita una flor, que debemos proteger un poco, de los corderos.
Si sigo así, mirando estrellas, me pasaré la vida solo