viernes, abril 15

Problemas internos

Debo confesar una incómoda verdad. De haberlo hecho antes, no tendría este problema, ni estaría escribiendo esto ahora. Es mi forma también de cubrir mi coartada, y de entender el horrible crimen que acaba de suceder.
La verdad que oculté tanto tiempo, esa que al descubierto me haría caer y que ahora entiendo, y debo dejar libre, es que realmente no soy yo quien escribió toda esta galería de pequeños infiernos, de inviernos floridos precedentes a esta publicación. Donde vea mi nombre como escritor, táchelo y fulmínelo con un rayo láser. Pero todo embustero tiene una razón y una historia, y aquí va la mía:

De joven siempre soñé con ser poeta, escritor o bohemio recalcitrante: que mi nombre se conociera en los antros del puerto y se viera en las tapas de los libros, que mi poesía fuera lectura obligatoria en las tertulias de los jóvenes soñadores y de los viejos de barba y boina, típico anhelo de joven eminentemente autista, solo con un pájaro azul encerrado en la cabeza, enclaustrado en burbuja de ecuaciones de segundo grado y eternos estudios sobre la influencia del positivismo en la literatura del siglo XIX. No era para nada lo que me gustaba, pero tenía que cumplir los sueños que los demás habían depositado sobre mí, y no tenía tiempo para otras banalidades.
Crecí, pues, forme familia, obtuve mi grado de Licenciado en Problemas Cotidianos, me separé. Quedé solo. Amasé una pequeña fortuna mientras trabajaba en la Universidad. Pensaba invertirla en un crucero por el Amazonas, cuando sucedió lo primero que desvió el rumbo de mi vida.
O puede ser que este sea realmente el camino...

Un mercader turco avecindado en mi ciudad, ex-infante de guerra y tuerto, vendía la editorial e imprenta que había comprado hace 10 años con el dinero ganado matando a sus compatriotas. Me la dejó en la mitad de ese precio (una suma ínfima para tamaña estructra), y con la guita se compró un ojo de vidrio, una cafetera (para hacer café a la turca) y se marchó a Estanbul, a pasar sus últimos días junto a la familia que nunca lo quiso. 
Así me hice con la Editorial Yalan, y una puerta se abría hacía mis sueños de juventud. Me retiré de la Universidad, mis jefes y colegas se arrancaban los cabellos y lloraban suplicando que permaneciera más tiempo ahí, pero la decisión estaba tomada. Y dejé todo botado por un sueño, que ingenuo, quizás en la frente lo llevaba escrito, el sino de los que tienen los ojos oscuros. Puede ser la peor decisión que haya tomado... ¿Todos los caminos llevan a la felicidad?

Comencé editando algunos trabajos sobre mis investigaciones universitarias, para acostumbrarme al funcionamiento de la editorial y las máquinas. A pesar del mediano éxito de estas publicaciones, me aburrí, y di el paso decisivo: escribí un poemario romántico y una novela heroica. Las presenté a mis contertulios (los pocos que tenía), para sopesar las posibilidades reales de retomar el sueño juvenil. Mis amigos las calificaron de "tiernamente horribles" y así terminó mi carrera de escritor. Pero no mi sueño... (un sueño no basta para sentirnos felices)

Me encontré desamparado. Perdí el rumbo de los sueños
No tenía carrera, ni dinero, ni trabajo. Estaba dentro de la burbuja otra vez.

Recordé entonces dos viejos amigos de la época universitaria, que me debían favores muy grandes, prácticamente la vida. Era mi opción, mi entrada al camino de los sueños. O un retorno. Realmente, nunca pensé necesitar cobrarles la mano de vuelta, pero estas circunstancias lo ameritaban. Así fue como el Sr. Brain y el Sr. Heart llegaron a trabajar, mas bien a vivir, a la Editorial Yalan.
En la juventud lejana, ambos trabajaban juntos en una revista universitaria, de bastante éxito. Brain era el editor de la publicación, y Heart el escritor de moda en la facultad. Yo los conocí en ese tiempo, cuando me hice asiduo lector de sus trabajos. Cayeron ambos en las drogas y el alcohol, respectivamente, lugar de donde los salvé a costa de mi dinero, trabajo y tiempo. Me era inevitable sentir un poco de envidia al ver sus rostros trastornados, pero felices, cuando los recogía en las aceras bohemias del puerto. Yo los miraba desde dentro de la burbuja, y como no sentirse ahogado, y ellos con tanta, tanta libertad...
En fin, acudieron de inmediato a mi llamado, pues sabían de honor y favores, se quedaron a vivir a puertas cerradas dentro de la Editorial Yalan, sin hacer vida social para nada (parte fundamental del trato). Mi plan era el siguiente: ellos trabajarían una temporada, sacaríamos para el público dos libros de poemas y tres novelas breves, todo con mi nombre como autor, sólo para ver realizado mi sueño, y algo así como mi felicidad. Ellos aceptaron gustosos, y comenzaron su labor atrapados a voluntad en el pequeño edificio gris de la Editorial.
Todo funcionó perfectamente los primeros dos meses. Heart tenía una capacidad sensitiva y de producción increíble. Escribía mucho, a cada momento. Todo fragmento de su obra era un canto al amor, al sentir y al día. En sus sueños lo visitaba una mujer morada, hecha de ascuas y con alas. Volaban juntos cuando el dormía, y volvía lleno de inspiración, colmaba resmas enteras con sus alabanzas al amor y a la diosa de su sentir. Pero era desordenado e indomable, su grafía ilegible y ahí comenzaba el trabajo de Brain. 
El quería a una mujer azul, llena de detalles, capaz de estimular su sentir y compartir un plática seriamente romántica. Amaba la metáfora y los ensayos filosóficos. Su labor consistía en editar los textos de Heart, omitir algunos fragmentos, completar la rima cuando fuera necesario, sustituir algunas palabras, ordenar el trabajo y darle sentido. A veces reemplazaba "amor" por "querer", y "diosa morada" por "mujer azul". Luego esquematizaba las líneas y se encargaba de la impresión. 
Así, en dos meses, con dos novelas y un poemario en circulación, alcancé fama local, y ya se hablaba  incluso de traducir a otras lenguas.

Y me gustó una mujer, un día, típico hito en la vida del escritor exitoso o fracasado. Ella gustaba de mis palabras (que realmente no eran mías) mas que mirarme a los ojos, de que le recitase un poema, mas que le dibujara un beso en sus labios con mis manos. Ella era de un color que no conocía. La única forma de hacerla mía era a través de "mis" poemas... de verdad la quería, ¿es que no basta que un escritor sienta?¿siempre tiene que escribirlo?
Llegué ese día a la editorial mas desgraciado y desalmado que de costumbre. Me reuní con mis colaboradores y les conté el deseo que me inundaba. Le exigí a Heart que escribiese algo especial para ella, una soga de letras que la trajese a mis brazos. El explotó en rabia y me gritó que sus palabras eran dirigidas solamente a la mujer morada. Dicho y hecho, se levantó airado y se encerró a escribir. Es lo que yo hubiera deseado hacer, imposible reprocharle.
Brain siempre fue más dócil a mis peticiones, o más astuto. Creo que pensábamos bastante parecido. Lo cierto, es que dijo que el haría eso por mí. Me preguntó como era, de que color sus ojos, que canciones en su cabeza, que lugares amaba, que pensaba acerca del mar y el cielo... sabía tan poco de ella realmente.

¿Era buena idea dejar que Brain sintiera y escribiera?
El poema resultó un éxito, ella cayó en mi boca, me recitó algunas palabras de amor y me pidió conocer mi espacio, mi lugar para la inspiración: la Editorial Yalan. ¿Cómo podría haberme negado? En el camino inventé y ensayé excusas para explicar la presencia de Brain y Heart en el lugar. ¿Quién tiene a dos personajes tan particulares alojados en su casa? Me decidí por decirle que eran amistades de la infancia que andaban de paso por la ciudad. Definitivamente no fue buena idea...
Cuando llegamos, Heart aún estaba encerrado escribiendo (que tipo increíble), pero Brain estaba sentado en la recepción leyendo un estudio sobre la independencia de los órganos en los invertebrados. Ese momento fue fatídico. Brain cayó flechado por el mismo extraño sortilegio que yo ante ella, al primer momento. Lo vi en sus ojos segundos antes de presentarlos. Y me lamenté, sin hacer nada por evitarlo.
Ella es de las que gustaba de halagos, y Brain se deshizo en ellos. Pero con astucia y discreción, claro. Ella quedó fascinada con mi amigo que le explicaba el funcionamiento de todo el lugar, y que tras cada mirada lanzaba una flor de piropos envuelta en un comentario acerca de la Editorial. Ella las recogía del suelo con gracia, y las deshojaba antes nuestros ojos con delicadeza, para llamar la atención No pude evitar el camino obvio, y Brain, en un ataque de sentimiento, contó que el poema que ella creía mío, en realidad era de él. 
Me quedé de una pieza, no pude negar el hecho. Ella huyó del lugar, es una buena, estupenda actriz. Brain me traicionó y corrió tras ella.
Lloré amargamente mi infortunio, y mi soledad. No la tenía a ella, y había perdido a mis amigos por su causa (en realidad mi causa).
Y cuando todo parecía hundirse, salió Heart de su cuarto con una bandera de esperanza y una solución:
-Yo escribiré y editaré para ti-
Otra vez, el camino perdido y recuperado a cada momento, otro signo de la libertad. Y quizás, al final, estuviese ella nuevamente.
No se me ocurrió mejor cosa que aceptar, quizás otro error en el camino, y le dí a Heart la libertad de pensar, como antes se la di a Brain para sentir.
Así se publicó otra novela más, llena de emociones tan fuertes, de imágenes tan chocantes, de amores tan carnales y pasiones tan prohibidas, que mi público desconoció el estilo que traía desde antes y la rechazó cerradamente. El día de la presentación, antes cientos de personas en un café citadino, necesité un escudo contra las críticas y los insultos (alguien me llamó inmoral, ¿pueden creerlo?). Obviamente, faltaba Brain en el equipo. Fue el (segundo) fin de mi carrera, y odié con todo mi corazón a Heart, a Brain y al mundo. Llegué a la Editorial ese día, con lágrimas en las mejillas y verdaderos deseos de matar a Heart, y lo encontré armando un cuadro gigante con poemas y mariposas, en medio de la mitad de la imprenta destruida. Sólo quería estrangularlo, poner fin de forma brutal a mi tan poco brutal vida, cuando llegó de improviso Brain, en el momento mas perfectamente dramático imaginable. Sin mediar palabras, me tomó entre sus brazos, me redujo y me sentó en una silla, mientras me calmaba. No sé como, pero lo consiguió. El siempre supo como tratarme, no podía negarme a sus razones. Y entonces hablo con sabiduría enorme:
-Vete, este tema lo resolveremos entre nosotros. Te prometo que nos quedaremos aquí hasta cumplir tu sueño
Yo los odiaba a ambos, pero me fui.
Caminé por la orilla del mar, ese sonido me tranquiliza. Recordé mi pasado de gloria, mi tiempo en la Universidad, y mi infancia en la burbuja. Supongo que tenemos muchos caminos por recorrer, pero nuestros deseos y pensamientos del pasado van de a poco trazando la ruta que tomaremos. Entonces, la vi a ella, paseando algo mas lejos del mar que yo, con un hombre bohemio, seguramente poeta, de la mano. Comprendí entonces que ni Heart ni Brain tenían la responsabilidad de mi desdicha, era sólo yo. "La culpa es de uno cuando no enamora"...
Y volví para disculparme con ellos, a la Editorial Yalan. Sólo yo renunciaría a mi sueño, no era justo que los usara a ellos para alcanzarlo. Sí, cada uno es el único responsable del camino que toma

Cuando entré, el olor a pólvora me asfixió. Estaba todo en un quietud perfecta, nada fuera de la normalidad, excepto por la media imprenta destruida, los cadáveres de Heart y Brain, cada uno con un agujero en el cráneo a unos 5 metros de distancia, y un revólver con dos balas percutidas en medio de ambos.
Si ellos no tenían la culpa de mi desgracia, yo tampoco tenía la culpa de la de ellos. Aún así, fue imposible no derramar un lágrima al recordarlos vivos...

Estoy convencido de que uno de los dos mató al otro primero y luego se suicido. Pero no sé cuál de los dos habría tomado la determinación, ambos eran tan cobardes... Brain no debería haber sentido nunca, y Heart jamás tuvo que haber pensado. ¿Cuáles habrán sido sus deseos del pasado, que les dibujaron este infeliz destino? Me quedaré con la determinación de esas dudas, no quiero pensar que fui yo el asesino sin darme cuenta, en algún momento que mi cerebro y mi corazón no hayan estado conmigo.

Esa es la historia, enterré los cadáveres. Nadie más sabía que Heart y Brain estaban aquí, excepto yo y ella. Y ahora ustedes. Pero ella se habrá olvidado de mí, y de ellos, en cuanto el hombre de la playa le dedicó un par de líneas, o en cuanto la habrá besado. Y ustedes me entenderán, supongo.
 En cuanto asumí lo que sucedió, tome lápiz y papel, y le dí rienda suelta a mi sentir. Ahora trataré de levantar una vez más mi carrera de escritor. La tercera es la vencida dicen.
Quizás estoy mejor sin Brain y sin Heart, aprendí de ellos, bastante. Tal vez en este momento, justo ahora, sea feliz.

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